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Izquierda: 7,62x51mm OTAN Derecha: 5,56x45mm OTAN |
A principios de la década de 1960 las fuerzas armadas de los EE.UU. cambiaron su munición normalizada de infantería, eligiendo para ello un cartucho bastante más pequeño que el que venían usando. Se despidieron de sus fiables fusiles M14 con cuerpo de madera y acero para pasar al plástico y aluminio del hoy icónico M16. Poco tiempo después presionaron a sus aliados de la OTAN para que hicieran lo mismo. Y aunque han transcurrido más de 50 años de aquél acontecimiento, la polémica acerca de lo acertado (o no) de esa decisión sigue servida, sobre todo para los veteranos que han conocido la época de esplendor del cartucho de 7,62x51mm y miembros de las FF.AA. de países que aún siguen utilizándolo (que son más de los que pudiera parecer). Son esos usuarios quienes ensalzan el alcance, la precisión, el poder de penetración, la contundencia y la fiabilidad de armas como el FN-FAL, el H&K G3 o el Cetme C. Por su parte los defensores del cartucho de 5,56x45mm y las armas que los disparan esgrimen argumentos tales como que los proyectiles de alta velocidad provocan graves heridas internas porque se voltean dentro del cuerpo objetivo, o que gracias al efecto hidráulico producen un daño catastrófico cuando impactan en tejido blando y, al final, lo importante no es matar al enemigo sino herirle de gravedad para colapsar los servicios sanitarios de su bando y desmoralizar a sus camaradas. Estas razones, con algunos matices, son correctas pero... ¿son suficientes para justificar un cambio tan profundo? Porque no solo estamos hablando de quitarle a un soldado su M14 y darle en su lugar un M16... a ese soldado hay que entrenarlo para que sepa cuáles son las diferencias entre ambos, preferiblemente antes de que entre en combate. Pero también hay que estudiar las líneas de abastecimiento, se necesita cierta cantidad de proveedores de armas y municiones que garanticen un flujo continuo para que a ningún soldado le falte su fusil y su munición, así que todas las líneas de montaje que antes fabricaban M14 y sus cartuchos debieron ser reconvertidas y aumentar su producción... porque las nuevas balas son más ligeras, los hombres llevan más encima y disparan más. También hay que reciclar las tácticas, todas, no solo las de infantería sufren cambios, sino también las de las fuerzas que operan con ella. La reducción del calibre implica, necesariamente, una reducción del alcance de toda la infantería, habrá que aumentar su movilidad con nuevos vehículos capaces de desembarcarles a la distancia correcta respecto del enemigo. El re-entrenamiento de los soldados es sencillo si lo comparamos con el reciclaje al que deben ser sometidos todos los oficiales, desde los que están estudiando para ser alféreces hasta el último general que está sentado en su despacho del Pentágono, todos deben conocer las cualidades del nuevo armamento, no sea que hagan planes o manden a sus subordinados a hacer cosas que no se pueden hacer con el nuevo juguete. ¿Cómo es que los EE.UU. se metieron en tal berenjenal? Pues ni por azar ni por intuición, fue tras un meticuloso estudio llamado Proyecto SALVO.
Veamos: en 1948 el US Army creó la Oficina para el Estudio de Operaciones (en inglés Operations Research Office u 'ORO'), se trataba de un centro de investigación civil financiado por los militares. Expertos en distintas ciencias, en su mayoría provenientes de la universidad Johns Hopkins, abordaban las investigaciones desde un punto de vista multidisciplinar y totalmente independiente del anquilosado régimen militar. El primer trabajo que se les encargó fue llamado Proyecto ALCLAD y consistía en mejorar el blindaje personal de la infantería. En unos pocos días (u horas) aquellos académicos se dieron cuenta de que no tenían ni idea de lo que eran las heridas de guerra de las que debían proteger a los soldados, en parte porque en aquella época los tiroteos en las universidades no eran tan frecuentes como ahora. Los expertos solventaron ese problemita analizando más de 3 millones de informes de enfrentamientos ocurridos durante las dos guerras mundiales para tratar de establecer patrones en cuanto a las heridas provocadas a los soldados. Las conclusiones llegaron después de varios años de estudio y fueron reveladoras:
- La mayoría de los combates ocurrían a corta distancia, unos 300 metros, eso era muchísimo más cerca de los 700 metros que era el alcance 'normal' de los fusiles de la época (aproximadamente). Por lo que se estaba desaprovechando gran parte de la potencia de aquella munición.
- Los enfrentamientos más comunes eran protagonizados por grupos móviles que se encontraban en algún punto del campo de batalla y se liaban a tiros. Lo de permanecer quieto en un parapeto y apuntar cuidadosamente al enemigo para abatirle de un solo tiro era algo raro, rarísimo; principalmente porque ni los amigos ni los enemigos permanecían en el mismo sitio durante mucho tiempo. Mucho había cambiado desde la IGM: la Blitzkrieg alemana puso a todo el mundo a correr. Sin mucho tiempo para apuntar, las posibilidades de ser alcanzado por el fuego enemigo (o el propio) eran, a grandes rasgos, fruto del azar. Es decir: la puntería del tirador y precisión del arma que disparaba perdía relevancia ante un enemigo que se movía rápidamente de cobertura en cobertura. En este contexto, la precisión era algo
secundario siendo más importante el volumen de fuego. De hecho:
estadísticamente hablando, la documentación demostraba que la cantidad de bajas guardaba una relación
directa con la cantidad de disparos efectuados: a más disparos realizados, más
bajas en el enemigo. En un tiroteo ganaba el bando que desplegara mayor volumen de
fuego.
- No existía un tipo de munición o de arma que garantizara dejar fuera de combate a un enemigo al primer impacto. La gravedad de las heridas provocadas por las distintas armas de fuego empleadas en ambos conflictos
tenía un fuerte componente aleatorio, es decir: dos disparos efectuados por la misma arma impactando en dos blancos a la misma distancia podía producir una herida limpia en uno con su correspondiente orificio de entrada y salida o podía acabar en una amputación traumática en el otro... puro azar. Los expertos vaticinaban que utilizando proyectiles más pequeños se podrían inflingir heridas muy parecidas a las de calibres mayores en las distancias a las que realmente ocurrían la mayoría de los combates.
- Solo un tercio de los soldados armados con fusiles semiautomáticos o de acerrojamiento manual llegaron a dispararlos en combate. Resultaba más cómodo y seguro mantenerse quietecito durante un tiroteo, porque quien disparaba podía fallar el tiro delatando su posición y ser incapaz de volver a disparar lo suficientemente rápido otra vez para defenderse del inevitable contra-ataque. No obstante, aquellos efectivos equipados con armas automáticas tales como subfusiles o fusiles-ametralladores, encontrándose en las mismas situaciones, disparaban con mucha más frecuencia.
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Arriba: M1 Garand, abajo un M14 (sin cargador). |
En resumidas cuentas: había que dotar a la infantería de armas capaces de disparar mucho en un breve período de tiempo aunque eso aumentara dramáticamente la cantidad de munición que consumirían durante un enfrentamiento. Lo del consumo excesivo de munición por parte de los soldados era un tema que se le atragantaba a los altos mandos, sobran ejemplos de armas automáticas que no fueron aceptadas en ningún ejército justamente porque disparaban demasiado, léase el artículo sobre el
fusil Mondragón. Dado que la munición estaba sobrepotenciada para las distancias a las que ocurrían los combates, una buena forma de aumentar la cantidad de balas que llevaba un soldado (sin que le saliera una hernia) era utilizando un calibre inferior, menos potente y, por tanto, más ligero. De paso vendría bien para dotarles de mayor movilidad, clave para la supervivencia. Otra ventaja de reducir la potencia de la munición era que se reduciría el retroceso, facilitando la realización de múltiples disparos sobre el mismo blanco y ayudando a mantener el control en fuego automático. Entre 1953 y 1957 se le asignó a la 'ORO' el proyecto 'SALVO' cuyo objetivo era llevar a la práctica todas estas conclusiones y obtener una nueva arma para reemplazar al M1 Garand. Pero los militares tienen sus propios tiempos y para 1956 decidieron pasarse por el arco del triunfo los resultados de ALCLAD y SALVO reemplazando sus M1 Garand por el fusil M14, que venía siendo algo así como un Garand evolucionado a lo pokemon. Los militares que tomaron esa decisión habían vivido en sus carnes la 2GM, escenario donde el semiautomático Garand otorgó una ventaja decisiva en combate; paradójicamente porque tenía mayor cadencia de disparo que las armas de acerrojamiento manual del enemigo así que SALVO no andaba tan errado. De cualquier forma, el M14 duró muy poco como arma de infantería ya que en 1961 empezaron a llegar los primeros lotes de M16 a VietNam y para 1963 se detuvo su producción en favor de este último.
Muy interesante el articulo. Gracias!!
ResponderEliminarGracias a ti por leerlo. :)
EliminarAunque esta entrada tiene ya algo de tiempo, me permitiré hacer una observación. Si mal no recuerdo, la adopción del 5,56 por parte de los yankees se debió a unos factores un tanto peculiares: en primer lugar, el diseño del M16 y su calibre lo llevaron a cabo para equipar a las tropas de Vietnam del Sur. Los vietnamitas, sujetos bastante más canijos y bajitos que los corpulentos infantes USA, no podían literalmente ni con el retroceso ni con la dotación de munición del M14. A posteriori y a la vista de que las condiciones de combate en Vietnam eran más acordes con un arma como el M16 que, además, permitía al infante USA portar cuatro veces más munición, fue lo que acabó decantando a los mandamases para generalizar el uso de ese calibre.
ResponderEliminarUn saludo
Si uno mira las fechas en las que los M16 empezaron a distribuirse en Vietnam se encuentra con que a finales de 1964 llegaron los primeros para el US Army y la USAF, mientras que el Ejército de Vietnam del Sur no recibió M16 hasta Abril de 1967, hasta entonces estuvo peleando con armas de la IIGM. Entonces la 'canijez' de los sudvietnamitas jugó un rol poco destacado en ese cambio. Es decir: si las FF.AA. de los EE.UU. decidieron fabricar un arma nueva para que sus escuchimizados aliados pudieran dispararla sin caerse de culo, dichas armas llegaron muy tarde. Los estudios acerca de municiones de inferior calibre y alta velocidad comenzaron antes de la Guerra de Vietnam (1955-1970) y los reportes de la Guerra de Corea junto con los otros 3 millones provenientes de la IIGM sugerian que debía reducirse el calibre de las armas para ganar efectividad.
ResponderEliminarCirculan muchos mitos y medias verdades acerca de la adopción del M16, algunos de ellos han sido repetidos como un mantra una y otra vez, hasta el punto en que hoy es difícil saber qué tan verídicos son en realidad. En este artículo no pretendo hablar acerca de los tejemanejes que bordaron la historia del M16 (asunto este que daría para escribir más de un libro), sino de las razones científicas que llevaron al Tío Sam a optar por un calibre inferior en su armamento estándar de infantería.
Es un placer verle por aquí Sr. Amo, eso significa que viene resistiendo bien la canícula. Saludos.
De resistir bien nada, dilecto contertulio. Digamos que me limito a sobrevivir de mala manera. Un saludo
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